Recuerdo con cariño algo que aprendí cuando mi hijo menor chocó con la labor de aprender de memoria las tablas de multiplicación en la escuela primaria. Le aburría la tarea, no entendía el fin o la utilidad de tal esfuerzo, lo de memorizar “porque sí”; no podía con esa manera de aprender.

Entonces yo me pregunté:
¿Cómo puedo ayudarle a despertar la motivación, la curiosidad e incluso la pasión por las mates? ¿Cuáles son las estrategias a emplear? Decidí aplicar
algunas tácticas de la PNL y el aprendizaje acelerado: involucrar los 5 sentidos, aumentar la agudeza sensorial, emplear el juego y la diversión, recurrir a una práctica distribuida y frecuente…

En el desayuno utilizamos una pizarra blanca para juegos visuales, buscando patrones: 12 = 3 x 4 (1 2 3 4); 56 = 7 x 8 (5 6 7 8). A la hora de dormir él escuchaba música con las tablas cantadas. Además, le enseñé algún juego con el cuerpo. Hay uno con el número (mágico) 9 en lo cual los dedos funcionan como un ábaco. También pactamos “la prueba sorpresa” donde yo tenía el derecho de examinarle en cualquier momento del día: “¿3 por 8?”, como el entrenador de carate de Peter Sellers en la Pantera Rosa, que le atacaba por sorpresa en momentos inoportunos…

 

Pero todavía le costaba fijar en su memoria la tabla básica de multiplicar. Pues, pensé: si algo no funciona, haz otra cosa. No hay alumnos resistentes sino maestros que todavía no encuentran los recursos…

Por casualidad cayó en mis manos el libro El demonio de los números de Hans Magnus Enzensberger. Al joven protagonista del relato le aparece en sus sueños un pequeño demonio, que al contrario de ser una pesadilla será el comienzo de un viaje por la misteriosa vida de los números. Al final fue este cuento, narrado en el lecho de mi hijo, que catalizó en él una duradera curiosidad y pasión por las matemáticas. Lo que marcó la diferencia en el aprendizaje fue lo de evocar el inconsciente, el hemisferio derecho. Así que me confirmó la importancia de cultivar el lenguaje del inconsciente, de honrar y confiar en la segunda atención.

De hecho, cuando los padres contamos historias a los niños a la hora de dormir estamos conjugando tres elementos básicos de la inducción hipnótica: el consentimiento, la fijación de la atención y la sugestión- en un momento en que los cerebros de nuestros pequeños ya están entrando en la fase de ondas alfa y theta.

La descripción ericksoniana del inconsciente lo afina como un interlocutor privilegiado en el que encontramos todos los recursos que necesitamos para
hacer los cambios que nos convengan. El consciente proporciona al inconsciente nuestras percepciones sobre la experiencia de la vida en su desarrollo, pero hay una especie de oscilación entre ambas partes de nuestro ser. Podemos dirigirnos al inconsciente para que elabore y reorganice nuestros aprendizajes, facilitándonos así el cambio.

Las metáforas son la voz del inconsciente. John Grinder